La Iglesia celebró ayer la Jornada Mundial de la Paz, y todas las reflexiones del papa Francisco estuvieron centradas en ella: de hecho puso en manos de la Virgen María “el grito de paz de la población oprimida por la guerra y por la violencia, para que el coraje del diálogo y de la reconciliación prevalezca sobre la tentación de la venganza, de la prepotencia, de la corrupción”. “¿Qué está sucediendo en el corazón de los hombres? ¿Qué está sucediendo en el corazón de la humanidad?”, añadió ante decenas de miles de personas en la plaza de San Pedro. “¡Es tiempo de parar!” añadió, saliéndose de su texto preparado, que había sido difundido el 12 de diciembre, según la agencia Télam.
“Cada uno de nosotros tiene que contribuir para construir una sociedad realmente justa y solidaria”, advirtió e instó a “la fraternidad” como arma para combatir las crisis económicas y las guerras.
“El hecho de que las crisis económicas se sucedan una tras otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico y a un cambio en los estilos de vida”, subrayó y abogó para que se adopten “políticas que atenúen la desigualdad excesiva de los ingresos”. También apoyó “el desarme nuclear y químico” y cuestionó “la globalización de la indiferencia”. Tras condenar las guerras, denunció la corrupción, el crimen organizado, el narcotráfico, el “trágico” fenómeno de la trata de personas y “las guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero”.
La primera misa
Durante la homilía de la primera misa del 2014 comentó la oración que en la primera lectura Dios le sugiere a Moisés que enseñase a Aarón y a sus hijos: “Te bendiga el Señor y te custodie. El Señor haga resplandecer para ti su rostro y te haga gracia. El Señor dirija a ti su rostro y te conceda paz”.
“Son palabras de fuerza, de coraje, de esperanza -subrayó Francisco-. No es una esperanza ilusoria, basada en las frágiles promesas humanas; ni siquiera una esperanza ingenua que imagina mejor el futuro simplemente porque es futuro. Tiene su propia razón en la bendición de Dios, una bendición que contiene el augurio más grande, el augurio de la Iglesia a cada uno de nosotros, lleno de toda la protección amorosa del Señor, su providente ayuda”